Tenía un retraso en su costilla, no le dolían ni los bastos ni las copas. No sabía que la primavera se acaba como flor y que los piratas nunca regresan por el botín olvidado. De la legión extranjera sólo comprendió como vender discos y ropa en segunda mano. Contra la desdicha las mariposas y las golondrinas en el balcón de la Tía Justa, cuenta. Trotó su mundo con enjundia con esa tonadita que dice que el mundo se vive a solas como ese caballito de mezcal sobre la mesa. La humedad le incomoda. No sabe latín.