- “No hay nada como la democrática sensualidad de la ropa interior en los escaparates. Podemos pasar horas imaginando talles y volúmenes, colores y texturas sin que tengamos esa mortuoria vejación de las explicaciones. El único problema es que no hay olor que personalice”.
No tuve valor de preguntarle porqué pensaba así, cuando lo veía agitarse, pegarse al vidrio. Como queriendo confraternizar le preguntaba la hora. Tres días seguidos lo hice. Me contestaba molesto, como si de golpe lo sacase de la ensoñación. Me aflige que lo haya intimidado. Tiene semanas que no lo veo, tal vez fue a buscar otra vitrina con ropa distinta, tal vez más a la moda o porqué no, más atrevida.
Tengo días, mirando. Me gustan esas medias de encaje, negras, voluptuosas. Estoy nerviosos. Angustiado. Si él regresa va a pensar que me apropio de sus mundo. Que piense lo que quiera. Así es la democracia, ¿o no?