Son las nueve y veinte en el reloj de catedral y todos saben que hay un marzo vertical en toda metafísica. La cruz y la espada chirrían desenroscadas en todas las historias que conozco. Sin embargo, es dulce la mañana, a pesar de la pedrada de la orfandad.
Hay tantos siglos humanos, tanto sudor anónimo que duele la cintura del pecho y el romance de la imagen olvida el estribillo turístico.
Las gaviotas son dueñas de toda la ciudad y saben con su vuelo que las verticales tienen una bace horizontal. Así, es la oración que se fermenta a las nueve y vente en catedral. La huída a Egipto ya no es opción.
Al fin diremos: hay que buscar un pájaro salvaje.
Fotografía: Vista de una de las torres da Sé Catedral, con la escultura de Estatua de Vímara Peres en primer plano.