Escogí la línea como patria,
la línea como escudo y como espada.
Como sangre tinta:
negra flama
sobre desiertos campos de algodones.
En tierras deshabitadas
la línea como surco;
un dialecto de ojos
de interminable asombro:
semilla de frutos inventados.
Entre dudas nupciales
el mundo es de ventanas.
Nace del tacto la criatura,
ensancha su tímida tenencia
y le nacen raíces prisioneras.
La línea como huella y como brasa;
añosos ánimos de oscura cueva
antes del metal
antes del habla
calladas tizas de carbón
encendieron el drama.
Como casa escogí la incertidumbre,
un derrumbe de horas atrapadas,
un audaz moverse a ciegas
y mucha sed endurecida y casta.
Las líneas son del sueño que se sueña
un latido amoroso de materia,
un disfrute de roles ignorados:
garabato que insiste en su marea
y una voz gentil de niño náufrago.
Las líneas son el pan de mi sustento,
historias que se cuentan sus destinos;
aguja o bisturí de los contornos
como hijas del fragor y el traqueteo.
La línea no delibera, se ejerce
sin palabras, se tizna solitaria
desde el fondo de fuerzas corporales.
Confieso que la línea es un tatuaje
entre blancos inéditos de espacio.
Ataviado de tiempo acumulado
reconozco que el mundo sigue intacto.
Sergio Astorga
María del Mar Téllez Romero
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María del Mar Téllez Romero (Tlalnepantla de Baz, Estado de México, 1978).
Especialista en ingeniería de espacios y narraciones fantásticas. Es
ingeni...
Hace 1 día.