martes, 8 de junio de 2010

En Blanco

Eran como las seis de la tarde cuando encontré, rodeado de presentes, no de futuros, al buen amigo Blanco, fino como una insignia en la solapa.

- Aquí te dejo la espada- le dije
- Soy de sol. Tu de sombra.
- Y de la sombra vendrá la quietud - impugné. Me gustaba asaltarlo con preguntas o respuestas sin sentido.

- Como esta tu sangre, Blanco?
- Tibia y de limo. No soy elegante.
- Tu eres como la paloma moribunda.
- Son cosas de la edad - me dice Blanco con esa frente dichosa y plana.

La lluvia caía rasurando al aire de impurezas.

- Un buen recuerdo es aquel que nos aproxima a la bata y al yugo. No te parece?
- Me rehúso a ser ala de discordia. El arco iris no esta en mis funerales. Yo soy sólo el rabo de la forma. El ocaso se desprende de los cantos generales.
- ¡Vaya! hoy estas mas Blanco que nunca.
- No has leído a Miró? Ahí verás que la pájaros vuelan con sus picos.
- Lo haré.

A la hora del trigo, cuando dos hembras de cebolla llenaban la cocina de látigos olores, Blanco y yo, nos encontrábamos desde entonces a las seis de la tarde para intercambiar nuestras respectivas harinas que nos inflamaban.

Hoy he pasado la tarde en tinieblas.
Blanco no llegó.
Sus huesos capitales tal vez fueron a buscar un plano alternativo.
Sergio Astorga


Tinta/papel 20 x 30 cm.