Para Luis Villoro
El mutismo fue su interés dentro de sus sonoridad. Para él es una significación psicológica. Sus ademanes impulsivos no lo definían. Sólo el lenguaje de ausencias. Siempre se encuadró en un fonema que no era la cosa pero la revelaba. Modesto, coleccionó los tres puntos suspensivos mas expansivos de que se tenga memoria. Las meras palabras eran el apéndice de sus silencios. La linealidad del signo dirían sus amigos. Por contexto, el dialogo con ellos, sus amigos, escuchaban siempre lo que querían escuchar. Algunos lectores de su silencio le reclamaban su egoísmo, sin saber que el pudor remplazaba las peroratas que toda palabra intenta para suprimir el silencio. Mas vale callar para que la petulancia no haga nido.
El que calla otorga, le reclamaban, sin embargo él correspondía con un silencio preciso, es decir, no hay palabras que puedan narrar lo que sucede dentro del silencio.
En su mundo cotidiano fue creciendo el asombro, que siempre es silencioso.
La vanidad de las palabras nunca hicieron mella en su mutismo.
Hoy, que es el mismo ayer representado, sus silencios serán cada día mas significativos. Por eso el globo sube henchido con las mismas interrogantes.