Ese modo de andar castigador. Esa mirada de predador insaciable. Le temían. Le adoraban. Una y otra vez buscaban una ternura extinta. Le falta comprensión, decían. Oportunidades, opinaban.
Lento animal, la espuma atractiva del dominio, hablaba. El predador se alimenta. Acecha la debilidad de la presa; el deslumbramiento; su devoción a sufrir. Esa voz se escucha por la ciudad, defiende su ley. Paso firme para la carne trémula.
Es evidente, él lo sabe, la impunidad lo ampara.