Dueño de los caminos naturales porque los días se quiebran rápido, él prepara, agudo, un espacio menos frágil que la tierra. Su reloj es puntual, como esas caras que se asoman de vez en cuando, en torno a la luz neón de los escaparates, apuntan el precio de las camisas y siguen calle arriba haciendo cuentas mentales para ver si les alcanza. Así es el reloj, para algunos, no alcanza a dar la vuelta completa y se queda detenido en un hecho de emoción o de pensamiento. Él, por eso tiene la cabeza de escarabajo para poder andar entre las cacerolas cotidianas. Bebe whisky y cacahuates, empaña los espejos y tiene la flexibilidad de los bailarines. Héroe de sí mismo, desprecia la opulencia y, busca en los diccionarios la palabra que defina ese afán de meterse en las rendijas y aguardar a que pasen los gendarmes disfrazados con corbatas azules.
Está inquieto, le han llegado noticias, que en enjambres furiosos, miles de monedas aplastan los humildes deseos de comprar una camisa. Tanta lágrima lo tiene húmedo y comienza a comprar telas para hacer camisas gruesas para el frío, porque sabe muy bien que los días se quiebran rápido.