Acostumbrado a la altura, y con esa fatalidad de dejar todo en barbecho, el señor Dermis encuentra su lengua de nómada en los pictogramas. Tan simple como un hueso, una doble raya lo figura. Se columpia de un punto a otro punto y su personalidad es como la del ir venir sin propósito aparente. Aprendió a respetar los espacios de los otros y la mudanza, tan propia de los que tienen un trazo temeroso.
Digamos, en términos actuales, que el Sr. Dermis escribe en su propio muro y procura que su epidermis no influya en demasía. Tiene, al fin de cuentas un gesto mímico.
Ayer lo vi batir el aire tan melodioso, que no pude borrar su imagen en todo el día.