Tú que llegaste de lejos. De la ciudad, de donde las calles
se gritan las unas a las otras. De donde las sombras huyen al lomo de las luces
de halógeno. Dime dónde te encuentro que estoy extraviado, zigzagueando entre
los charcos y los vapores de alcantarilla. Son desteñidas esas gotas que
escurren de los vidrios. Los colores son devorados sin dejar rastro. Da pura
lastima estar con estas visiones. Dime dónde te has metido. Aquí el amanecer es
una mancha difusa. Aquí te falta el aire. Por teléfono me dijiste que estarías
esperándome. No te veo. Ya tengo un sudor seco y no te encuentro. Ese lejos lo
estoy sintiendo ahora. No debí de creerte pero me atrapaste con esa voz que se
me metía hasta dentro, aquí, debajo de la camisa todavía tengo la impresión que
me causaste. No me quejo, pero hubo engaño. Pienso que estoy en ese lejos de tu
mentira. No te entiendo, juraste que no habías encontrado un hombre que de
verdad acreditara en ti. Debí de haber gritado, no dejarte partir. Pero esa
manera de convencer con esa palidez de virgen portentosa, recogido el pelo y
esa cinta morada alrededor de tu cabeza. Y tu pañuelo húmedo de perfume. Me
enloquecía. Lo sabias por eso me regalaste ocho que guarde en una caja que abro
cada vez que me siento desfallecer. Sigo escarbando tu imagen y me duelen los
huesos. Dime adónde te has metido que ya me punzan los ojos.
Escucho como da vuelta la llave. Al verte llegar te digo:
“Tienes los ojos verdes como las ranas. Por eso te quiero
tanto”
Sergio Astorga
Acuarela/ papel 20 x 30 cm.