Era un hombre que se volvió paisaje. Era la luna larga, en la primavera del verano cuando le prosperó en su cuerpo-geología un montículo que le creció entre la ropa y el humo. Era un hombre plenamente terrestre, mineral y adusto. Lo ha tocado el relámpago y el estío. De compañía, en su costado, un nopal hirsuto testifica el vacío del panorama.
Por el kilómetro 45 en la bifurcación única de la carretera rumbo al Potosí, como bala perdida puedes reconocer el perfil del hombre hecho paisaje, ahí donde el viento se hace cordillera.