Tundir olvido era su aspiración. Con rigor, se abismó a esa lejanía, donde el ojo aprende a ver los medios tonos, que difusos, se esparcen por la tierra. Errante, su campo de batalla: los reflejos. Los sonidos eran esos ecos que le llegaban envueltos en polvo por el sol molidos. No era explorador, ni antropólogo, era un hombre simple con una - como dicen- sensibilidad a flor de piel. Su anonimato era un prodigio de obstinación. Lo conocí por accidente, vendedor de forraje, tenía que visitar ranchos y a veces decrépitas granjas en los lugares más apartados del país. Ahí donde había ganado, mi visita era obligada.
Cuando llegué a Yuya, un pueblito a cuarenta quilómetros de Pachuca, lo vi, como dormido, endurecido por tanto polvo. Bebía una cerveza, caliente, en ese tendajón todo estaba caliente, el refrigerador descompuesto tenía las botellas bien ordenadas fingiendo frescura.
- No va encontrar nada fresco en este pueblo. Me dijo, amigablemente.
- Me llamo Martín, le contesté. De todos modos me tomo una cerveza que traigo polvo en la garganta.
- Así es, es inútil cambiar lo irremediable. Yo estoy de paso y ¿Tú?. Me extendió la mano para saludarme. Me llamo Eladio.
- Vendo forrajes, hago la venta y me regreso. Dos días o tres. No más. ¿Vives aquí, Eladio?
- Estoy de paso, como tu.
- ¿Vendes algo?
- Nada. Nunca he vendido nada porque no tengo compradores.
- Pues, ¿qué vendes?
- Olvido.
- No juegues.
- Es verdad. Hago surco para que me olviden. Hoy platicamos pero mañana nunca nos volveremos a ver.
- ¿Andas huyendo?
- Eso se puede decir. Huyo de los otros, de ti, por ejemplo.
- Eres un errante.
- Eso. Me vale esa palabra.
Su cara era dura, pero sin culpa, no había la queja del sacrificio. Eladio se quedó quieto. No volvió hablar. Me dio como tristeza. Sentía ganas de llorar. Yo tenía que seguir. Seguir ¿para dónde? Al ver a Eladio, me volvió a dar tristeza. Empecé a sentir miedo, algo como un remordimiento me punzaba. Como si de repente el aire fuese amargo y tibio como la cerveza. Tuve que hacer un esfuerzo para no abandonarme, para no desistir. Eladio, salió como anima difusa en medios tonos. Tiene razón, me digo, nunca tendrá compradores.
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