De carácter naturalista y con ciertos hábitos todavía bizantinos, Angelo Cravioto, era la misma representación de la espiritualidad. Emotivo y con una frescura inusitada para su tiempo, llegó a la colonia hace mas de treinta años. Su influencia se dejó sentir de inmediato, se cuenta que su identificación con los problemas vitales lo hacía un humanista querido y admirado.
Nada más alejado que esa ambigüedad, sacra y profana de Caravaggio, sin embargo, Angelo Cravioto, le tenía apego a “El amor victorioso”. Le gustaba que las ciencias, las artes y el gobierno fueran pisoteadas por el simbolismo carnal de cupido.
Quién lo podría prever, estos últimos días su vida se ha convertido en un zafarrancho, como si un espíritu barroco lo dominase. El dramatismo hizo de Angelo Cravioto, un vivo ejemplo de la mudanza psicológica que provocan los claroscuros cotidianos.
Mi hermana, que lo ha acompañado todo este tiempo, confiesa, que por momentos, regresa ese semblante angelical que todos recordamos.
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