La señora estaba recostada en una cama de aire. Su cuerpo, como en capítulos, sentía unirse rítmicamente a un sueño macizo. El sueño duró sin una sola queja.
Cuando despertó se sentía entre ríos, como esas barcas que nunca quieren llegar al muelle.
Como sabía que los hechos memorables no se repiten, y las flores del cementerio le son ajenas, la señora, apacible, espera un San José, para bailar en São João.
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