Nacido a la mitad del exceso, entre el juego y el reposo, abrió su viejo libro del Declamador sin maestro para buscar consuelo en Rubén Darío. Anhelando, como buen tlacuilo, significar lo que pensaba que veía, repasó aquellos versos:
Yo persigo una forma que no encuentra mi estilo,
botón de pensamiento que busca ser la rosa;
se anuncia con un beso que en mis labios se posa
al abrazo imposible de la Venus de Milo.
Se puso su bata, su boina de cachemir y así, preso en su tules, escogió un lienzo de lino. Mojó su pincel de pelos de marta y las dudas y suspiros dejaron mudo cualquier intento de trazo. Repasó todos los estilos aprendidos en la Academia y en el Buen Tono, una cantina con mesas de color escarlata.
Los primeros escarceos vagaron por el realismo. Los segundos, por el manierismo. Al no encontrar el embeleso azul y la canción profana se dejó llevar por el simbolismo. En estos peregrinajes frontales encontró la cópula aguda del expresionismo. Loco de crepúsculo, abrazaba ya su triunfo hasta que esa metódica duda del espacio lo interrogó.
La pesadumbre de la vida consciente lo tiene con los pinceles en mano.
Atónito, se ha quedado mirando toda la tarde con melancolía.
No podemos negar que tenia buena pinta.
Sergio Astorga tinta/papel
2 comentarios:
Sergio, con este texto nos has llevado al extremo del abismo de la eterna búsqueda.
Enhorabuena también por la imagen.
Un abrazo.
Alicia, pinto que pinto pintito o escribo que escribes escritito.
Un cuento que no acaba.
Gracias por venir a este abarrote.
Abrazos daríos.
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