miércoles, 25 de marzo de 2020

El Señor T


El señor T tiene el gesto oclusivo sordo. Arrastra en su saco rojo las cenizas del vocabulario que usaba cuando en el Liceo estudiaba la axiología de la dignidad de las frases iniciadas con la T. Apreciador del coñac y de las camisas de lino, le dolía ver a su hermana llorar por una S mal vestida. Se dolía pero no podía intervenir, cada quien tiene su alfabeto y no se puede borrar de la noche a la mañana. 
Traigo a cuenta al Señor T porque hoy, al mirar mi sombrero colgado y al gato estirarse con esa hereje complacencia en la cocina, porque comprendo con esfuerzo que las letras iniciales marcan el temperamento. Él sabe que el afecto que le tengo tiene una U que lo abraza, no importa que el Señor T tenga la boca hinchada de tanta tontería.
Quién soy yo para entrometerme si soy una Ñ revolcada en un salsa de sonidos.

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