Carismático tenía la barba partida, un poco paliabierto, bocinero y con un temperamento Victorino. No se dejaba engañar y comía terreno. Por el lado derecho se embragetaba que daba horror. Era noble y tenía buena reata. Trotaba con elegancia y era pronto. Bravo metía la cabeza con entrega. Era natural que se le tenía que consentir sin mandarlo de más. Llevarlo de aquí hasta allá.
No todos son capaces de lidiar semejante tío. No sólo temple y valor sino esa cadencia, ese ritmo que sólo Gerardo Diego conocía se necesita. Por eso Carismático me lo traje a casa para cuando lo vea sienta que la suerte se torea por seguidillas entre el sol y la arena.
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