Buscando rebajas se pasa el tiempo adormecido. Buscando un amor a la medida, de tienda en tienda. Se pega al aparador, lo babea y no encuentra algo que le acomode, algo decente y al alcance de su bolsillo. No quiere ir a a los saldos, la segunda mano no la admite, ni el pan reblandecido y ni el brandy frío. Reconoce su fracaso, el buen gusto es un callejón sin final.
Estaba desvelado, el tiempo pasaba y esa maldita madrugada decidió desaparecer y como testamento urbano dejó su retrato en el muro. Tristes tomamos fotografías, no sabemos hasta cuando quede en pie.
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