El aire tibio calentó la olla. Algunos guisos fueron cautivos de sus paredes y tal vez los frijoles negros tuvieron ocasión de perfumar la cocina. Rota, vive olvidada en el jardín. De su panza un gran agujero testifica su ruina. Las hormigas, parece que descubren vestigios de pinole y entran y salen frenéticas. Han hecho su guarida, ellas no saben de las glorias de la manteca y el epazote. El olor siempre es un testimonio mental y esto lo sabe todo el mundo que ha entrado al país del sabor de las ollas bien nacidas. Es sencillo perderse en otros territorios terrenales pero ver esta vejación nos deja hollando la suculencia que una vez llenó nuestra nariz.
Tibio, el aire pasa.
Fotografía: Olla hallada. Ponte de Lima, Portugal.
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