Haciendo buches, literalmente haciendo gárgaras, se pasaron la vida custodiando el agua que escupían de su boca. Eran dos hermanos, mal encarados, miedosos de las alturas. El concejal, sabiendo de su mala y perversa vida los petrificó en la fuente del atrio de la iglesia. Ángeles caídos, aterran y protegen el agua cristalina sobre todo de los niños que quieren bañarse en tiempos de calor. Les ha crecido la barba, y en las noches oscuras, sin luna, recapitulan y divagan, nunca entran a la iglesia y su siniestra presencia se recrudece.
Sin embargo, el miedo aguza el ingenio, y el día de ayer al pasar miré sus rostros, estaban cubiertos por dos mantas, el agua espumosa ocultaba la esponja de algún angelito bien encarnado.
Fotografía: fuente en la Igreja do Bom Jesus de Matosinhos, Porto, Portugal.
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