El día estaba afarolado, las nubes giraban en sentido contrario al vaivén del mar. Tenia un mal presentimiento, como si el día estuviera avisado, -esos son lo más difíciles de torear- me decías- Parece que saben para que tiene los pitones. Hoy recuerdo esas palabras y eran verdad, hay días así.
Muy de mañana recibí como de costumbre los tres puyazos en todo lo alto de mi madre: "estas muy gorda" "tienes un carácter que..." "antes me querías". Yo aguantaba vara y me recargaba en el peto de tu imagen para no salir huyendo.
Preparé el desayuno lo mejor que pude y me salí a caminar por la playa para no pensar. De repente, estabas delante de mi recibiéndome a puerta gayola con un:
- Que tal- que me recorrió de testuz a rabo.
- Estela, hombre mujer, que parece que has visto un fantasma.
- Juan, es que no te esperaba tan pronto.
- ¿Me esperabas?
- Bueno, si... parece que todo ha sido una confusión. No has respondido mis cartas.
- Estela, ya todo lo que tenia que decir lo he dicho.
Me sentía nerviosa, tonta, no sabia que hacer, si embestir o quedarme quieta; él siempre con su aplomo, bien plantado y con la mirada firme.
- ¿Te vas a quedar mucho tiempo? - atiné a decir.
- No, solo hasta mañana. Mi mozo de espadas vino a ver a un pariente y como esta cerca la ganadería de Don Ramiro, estamos de pasada, ¿necesitas parné? .
- Oh, no gracias. Vendimos la casa y aquí no tenemos muchos gastos. ¿Quieres ir a tomar una manzanilla o un café?
- Estela, sigues intentando llevarme a un terreno en donde estas aquerenciada y que es imposible. Cada faena tiene su lidia y su terreno. No puedes hacer faena en donde la arena huele a sangre, tienes que salir, llevarte al toro a otro terreno, donde no huela, donde no exista arena removida, porque se va aferrar a ella y comenzará a defenderse y no habrá entrega, así es en la vida.
- Juan, lo intento tu lo sabes, lo pienso y...
- Solo has toreado de salón y en tu mente. Uno trae la faena en la cabeza una y otra vez, eso lo hacemos todos, la única diferencia es que hay que salir al redondel y enfrentarse. Tu no quieres salir, te ha ganado el miedo.
- Me estas dando la puntilla.
- Estela, sabes que yo no soy un chalao. No pienses que solo estoy aprovechando el viaje, siempre te he tratado con verdad.
- Lo sé lo sé.
- Me dio gusto verte y saber que estas bien. Estoy cansado y tengo que ir a sornar.
- ¿Te vas así?
- Estela, tu ya decidiste con quien alternar y no es conmigo.
Te vi partir con donaire, como si estuvieras partiendo plaza, mirando sin mirar a los tendidos. Yo me quedé enchiquerada y rebarba. Sintiendo que el día me había dado un gañafón que recordaría toda mi existencia. Ya sé que he entrado en falso muchas veces, que mis desplantes son ante el espejo. Pero déjame seguir escribiéndote Juan, saber que pude elegir, armar la marimorena contigo y no esta vida capacha que tengo. Mis miedos Juan y ese aferrarme a gente que solo quería verme en la dehesa, pastueña y con la penca altiva. Te recuerdo Juan, y ahora más que nunca y al relance te digo que no vale la pena pensar en todo lo que te quería decir, fui reservona y me salí de la suerte. No te reprocho ni te olvido y la imagen de tu cara comiendo chocolate me endulza este varetazo permanente que yo misma me doy. Si ya sé que es a toro pasado.
He pasado varios días pensando si debía de contarte, a los pocos días de nuestro encuentro en la playa, murió mi padre y como tu decías, ni en ese trance me pidió perdón, de lo que tu ya sabes.
Entiendo que no me contestes Juan, pero déjame aferrarme a tu imagen de tabaco y oro que he mirado ayer en una ola grande que casi me ahoga.
Voy a seguir escribiéndote Juan, es lo único que me hace sentir viva.
Estela.
Muy de mañana recibí como de costumbre los tres puyazos en todo lo alto de mi madre: "estas muy gorda" "tienes un carácter que..." "antes me querías". Yo aguantaba vara y me recargaba en el peto de tu imagen para no salir huyendo.
Preparé el desayuno lo mejor que pude y me salí a caminar por la playa para no pensar. De repente, estabas delante de mi recibiéndome a puerta gayola con un:
- Que tal- que me recorrió de testuz a rabo.
- Estela, hombre mujer, que parece que has visto un fantasma.
- Juan, es que no te esperaba tan pronto.
- ¿Me esperabas?
- Bueno, si... parece que todo ha sido una confusión. No has respondido mis cartas.
- Estela, ya todo lo que tenia que decir lo he dicho.
Me sentía nerviosa, tonta, no sabia que hacer, si embestir o quedarme quieta; él siempre con su aplomo, bien plantado y con la mirada firme.
- ¿Te vas a quedar mucho tiempo? - atiné a decir.
- No, solo hasta mañana. Mi mozo de espadas vino a ver a un pariente y como esta cerca la ganadería de Don Ramiro, estamos de pasada, ¿necesitas parné? .
- Oh, no gracias. Vendimos la casa y aquí no tenemos muchos gastos. ¿Quieres ir a tomar una manzanilla o un café?
- Estela, sigues intentando llevarme a un terreno en donde estas aquerenciada y que es imposible. Cada faena tiene su lidia y su terreno. No puedes hacer faena en donde la arena huele a sangre, tienes que salir, llevarte al toro a otro terreno, donde no huela, donde no exista arena removida, porque se va aferrar a ella y comenzará a defenderse y no habrá entrega, así es en la vida.
- Juan, lo intento tu lo sabes, lo pienso y...
- Solo has toreado de salón y en tu mente. Uno trae la faena en la cabeza una y otra vez, eso lo hacemos todos, la única diferencia es que hay que salir al redondel y enfrentarse. Tu no quieres salir, te ha ganado el miedo.
- Me estas dando la puntilla.
- Estela, sabes que yo no soy un chalao. No pienses que solo estoy aprovechando el viaje, siempre te he tratado con verdad.
- Lo sé lo sé.
- Me dio gusto verte y saber que estas bien. Estoy cansado y tengo que ir a sornar.
- ¿Te vas así?
- Estela, tu ya decidiste con quien alternar y no es conmigo.
Te vi partir con donaire, como si estuvieras partiendo plaza, mirando sin mirar a los tendidos. Yo me quedé enchiquerada y rebarba. Sintiendo que el día me había dado un gañafón que recordaría toda mi existencia. Ya sé que he entrado en falso muchas veces, que mis desplantes son ante el espejo. Pero déjame seguir escribiéndote Juan, saber que pude elegir, armar la marimorena contigo y no esta vida capacha que tengo. Mis miedos Juan y ese aferrarme a gente que solo quería verme en la dehesa, pastueña y con la penca altiva. Te recuerdo Juan, y ahora más que nunca y al relance te digo que no vale la pena pensar en todo lo que te quería decir, fui reservona y me salí de la suerte. No te reprocho ni te olvido y la imagen de tu cara comiendo chocolate me endulza este varetazo permanente que yo misma me doy. Si ya sé que es a toro pasado.
He pasado varios días pensando si debía de contarte, a los pocos días de nuestro encuentro en la playa, murió mi padre y como tu decías, ni en ese trance me pidió perdón, de lo que tu ya sabes.
Entiendo que no me contestes Juan, pero déjame aferrarme a tu imagen de tabaco y oro que he mirado ayer en una ola grande que casi me ahoga.
Voy a seguir escribiéndote Juan, es lo único que me hace sentir viva.
Estela.
Sergio Astorga
Acuarela/papel 20 x 30 cm.
6 comentarios:
¡Ay, Estela!, sabe leer las nubes y el mar, sabe predecir días difíciles de torear, pero no sabe defenderse de los puyazos diarios, no le salen las palabras cuando tiene a Juan frente a frente, a pesar de que él no ha entendido que Estela no tomó ninguna decisión, que se dejó arrastrar y hundir por el pasado que no supo pedir perdón. Pobre Estela tan atada a las faenas de otros. Ojalá mande todo al cuerno y se anime a inventar sus propias suertes.
Colores vivos de la pintura que contrastan con los ojos tristes, acaso soñadores de los astados (que no cornudos) personajes.
Va un abrazo esperanzado.
María Eugenia, has descrito la parálisis. ¿Mirar hacia adelante o hacia atrás? Argumentar con lucidez e incapacitarse para actuar. Drama eterno de las indecisiones. Preferir la oscuridad a la luz porque se piensa que la luz hiere.
Inventar tus propias suerte. lo dices excelente.
Aquí termina la trilogía o la alegoría de toros y torero en la mar.
Gracias por seguirla.
Abrazos sin indecisiones y con suerte.
Sergio Astorga
Querido Sergio, ahora que llegaba a su fin esta terna de grandes faenas taurinas soy yo la que esperaba a puerta gayola este tercer encuentro. Haber destapado en la anterior corrida lo que yo pensaba que pudiera acontecer implicaba mucho riesgo. El recibimiento al toro, cuando sale de los chiqueros supone mucho riesgo, no se sabe como viene, no se conoce su comportamiento. No aventuré la pose certera. Sin embargo he de decir que disfruté creando mi propia capea.
En esta jornada, la lidia ha entrañado mucha dificultad. He de reconocer que los quites y los muletazos han sido de primera categoría y a causa de ello se transpiraba tensión en el tendido esperando ver como se remataba la faena en el redondel.
Como parte del público saco el pañuelo blanco para pedir para ti las dos orejas, el rabo, la vuelta al ruedo-aprovecharé la ocasión para lanzarte claveles rojos-, y la salida por la puerta grande.
Sergio, siempre es un placer que sigas gratificándonos con tu arte-esta última acuarela es impactante por el contraste de morados y amarillos-. Poderlo disfrutar seguro que nos hace sentir más vivos. .
Un abrazo y te buscaré en octubre.
"No puedes hacer faena en donde la arena huele a sangre, tienes que salir, llevarte al toro a otro terreno, donde no huela, donde no exista arena removida, porque se va aferrar a ella y comenzará a defenderse y no habrá entrega, así es en la vida."
Esta historia e' mais historia de familia, nao?
O problema e' que cheira - "huele" - a sangue em quase todos os sitios... De maneira que viver 'a defesa e' uma constante sem duvida que nao a unica saida mas e', por vezes, a necessaria. Evitar todas as faenas e todos os touros aonde ja cheirou a sangue e' impossivel. A vida comeca aonde cheira a sangue, nao ha que esquecer...
Me apena Estela, aferrada a la costumbre, a la rutina, a todo lo que la hiere. ¿Tanto cuesta lanzarse al ruedo? El recuerdo la mantiene viva, y el deseo de atreverse, pero sabe que no, que los puyazos la paralizan.
Y por otro lado Juan, tan torero, tan hombre, tan amigo, tan valiente.
Hay que ver lo que se necesitan, aunque no lo sepan (o sí lo saben).
Al menos que Estela no deje de escribirle, no quiero que se sienta muerta.
Excelente cartel taurino nos traes hoy, con toros un poco tristones pero con fiesta de agua.
Un abrazo y olé.
Poco taurino soy. Pero.
Si el toro fue noble, que lo parece, merece el indulto por parte de la autoridad y el matador. Que vuelva a la dehesa. A su dehesa. De donde no debió salir para recibir puyazos y estoques. (Me salió el yo antitaurino. Lo siento).
El matador, por su buen hacer con el toro y por ser parte en el indulto, debería salir por la puerta grande. Por donde salen sólo los que de verdad lo valen.
Y oso darle un consejo de ex-matador que se llevó más cornadas que vueltas al ruedo. Que se corte ya la coleta. Que abandone de una vez ese continuo tentar a la muerte y disfrute de una vida tranquila, tal vez, nunca se sabe, criando toros en la dehesa del morlaco indultado.
Antes de empezar la faena, y tras el brindis de rigor, tiré mi montera a la arena. Cayó con los machos boca abajo. Espero que en verdad haya sido señal de buen fario.
Suerte, Maestro. ¡Y al toro!
Publicar un comentario