Volodymir Ezequiel Montes tenia la consigna de toda su familia: evitar chupar caramelos después de comer. Su familia siempre fue enfermiza y él no era la excepción. Desde la última reencarnación de su abuelo por el año de 1827 y por un contagio adquirido por el cuello de la Condesa Lilild de Austria, el abuelo Volodymir, El Grande, les heredó lo que ha sido sido el dolor de cabeza de toda su estirpe.
Cansado y deprimido por no expresar su animalidad y salvajismo y con la continencia reflejada en su mirada, Volodymir Ezequiel Montes tomó la decisión mas horripilante de que se tenga noticia. Sentado en un sillón amplio e iluminado con luz negra, abrió la boca descomunalmente.
Con una arma, al parecer de origen turco, se empalaron los colmillos de Volodymir. Bebiendo su propia sangre, anestesiado y en éxtasis, de manera ortodoxa volvió a abrir su boca como si fuera una cripta. El dentista, con manos expertas dejó, relucientes, dos implantes plateados.
Los colmillos decapitados fueron incinerados. Sus cenizas fueron llevadas en una urna y depositada en el Museo familiar.
Promiscuo y elegante Volodymir Ezequiel Montes, desde entonces tiene libre su consciencia, porque sabe instintivamente que el avance de la ortodoncia será paralela a los apetitos de sus prole.
Texto publicado en la Revista de lo Breve y lo fantástico (picar)
Marzo Abril #133 Revista Digital miNatura Pagina 133 Texto e ilustración.
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