Las maravillas se acomodan detrás del cristal, nos detenemos a bordar lo intangible y se dispersan las dudas y las perdidas. El instante crece. El chocolate caliente y la rosca se moja en las palabras próximas del ogro. Entregamos la infancia en el carrusel o en la maraca. Desde el fondo hay una serpiente fugitiva que se enrosca y aprieta nuestro cuello. Embelesado nuestro pulso, queremos contar lo que hemos visto pero, una espada adulta nos devuelve al oficio amargo de la edad en el cuerpo.
Fotografía: Por la Rua Formosa, Porto Portugal.
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