La luna verde les salió al encuentro, su imperio de reflejos los dejó llenos de miedo. Habían ido en busca de la encina milenaria. Como un racimo de aire en sus nucas tuvieron la sensación de que una mano verde les apretaba. El bosque, íntimo, deliraba. Cada vez más noche, en lo oscuro, sus pasos crepitan. Los troncos soñolientos los confundían. Sus nombres: Juan, Joaquín, Jacinto; jadeaban juntos, como si sus jotas fueran la identidad de sus almas.
Dicen que fueron comidos por el sexo de la dama huasteca. La luna cada vez más verde está desnuda, lacia como a la salida del baño.
Si caminas en busca de la luna verde, porque te parece atractiva, ten cuidado, que la Dama Huasteca, crece como su vientre a la mitad del camino.
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