De lineas puras es Cristina, con pensamientos de alba casta, vivía como un maniquí en la Calle de San Simeón. Su belleza, circuncidada por miradas de carne. Miradas que muerden, le dieron una esbeltez como de día que se pierde. Ella, muy urbana, acostumbrada a la Babel de infancia con su vista candente desmoronaba los impulsos viriles de sus hermanos y vecinos. Su padre, ya muerto, nunca logró llegar a su boca. Su voz nunca la toco y por eso la fuerza de su silencio le dejo distante y alegre de no sucumbir a las palabras dulces que engatusan. Nunca será atada a la imagen de muñeca.
Tu serás el fulgor altivo de tu porte.
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