Uno oye la salida del sol. Raspa el suelo y su luz se desborda sobre un suelo gris. La voz reconoce la mañana y vuelve a adormecer. Las cobijas de día se airean. El cuerpo se endereza, se despereza de la maraña del sueño. Entonces miré a la mujer con reboso, una y otra vez la mujer hablaba.
¡No se oye nada le dije!
Una luz parda envolvió al día. En el patio se oían pájaros picando el reguero de alpiste.
No se oye nada le insisto a la mujer.
Un murmullo me resuena al oído:
¡Despiértate!
2 comentarios:
qué bonito blog tienes
Muchas gracias. Un placer. Vuelva siempre. Abrazos.
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