Tarquino inventó una historia. Sus batallas, sus pesadumbres; sus
instantes de gloria los dibujó en tinta negra y en papel fino. Su daga dejó moribundas
a las horas inútiles. Sus fantasmas, como los nuestros, viven sin darnos
cuenta, en una realidad quebradiza.
Son intocables y tercos los deseos de perdurar, tal vez
por eso, batallamos todos los días para endulzar nuestros rostros.
Sergio Astorga
Tina/papel
8 comentarios:
Tarquino, el que no negociaba... Me gusta la plasticidad de tu pluma, un abrazo,
Sergio, la vida, esa realidad a veces quebradiza, es una continua batalla que vamos intentando ganar día a día para no perder la dulzura de nuestros rostros.
http://www.youtube.com/watch?v=YqqG5PvWPME
Un abrazo.
El nombre de Tarquino me trae recuerdos encontrados: el más agridulce es el relativo a Tarquino el soberbio, último rey de Roma. Fue expulsado por sus súbditos. Quizá él también contemplaba su daga, recordaba el esplendor pasado, su historia, sus batallas... Intuyo, sin embargo, que nunca logró comprender las razones de su destronamiento.
Hermosa reflexión la que has hecho, nos posee el deseo de perdurar. Un abrazo muy fuerte, querido amigo.
Myriam, juntas en la memoria mía, después de unos días de domesticas acciones y leyendo a Garcilaso de la Vega, te digo que se conjura en las horas del medio día esa línea negra que delinea las sospecha de tantos bienes mal hallados.
Ausente de comentarios, como devorado por el sol. Así llego, tardando y agradeciendo amparado en el gerundio.
Abrazos batallados.
Alicia, ahora con Quevedo te digo que este andar con el fuego encendido es lo que llaman batallar con llama. La fortuna se muerde las horas y la salud y la edad se comprometen en la satírica voz del mañana. El gladiador lo sabe, no podemos olvidar la espada cuando de la vida se trata.
Abrazos quevedeanos.
Isabel, gustoso quedo con tu romana visita, que desde este murro de Porto también quedaron siglos en los polvos.
Dudé cuando me vino a la memoria el nombre de Tarquino, su gracia y desgracia, Tarquino el Soberbio y Tarquino el Antiguo. Fue en mis clases de Historia en la secundaria con mi profesor Pérez Salazar, impecablemente vestido con una luminosa calva de abogado.
Perdurar en tiempos de crisis, sabe a felonía, pero tal vez no lo sea y coexista el momento de recapacitar en lo que vale sufrir la pena. Que sufrir no es un merito.
Embellecer nuestra imagen es una tentación tan antigua como el reflejo en las aguas.
Abrazos tranquilos.
Esa batalla cotidiana dibujada en tinta negra y papel fino endulza los rostros y resucita horas que de otra manera hubieran sido inútiles.
Un abrazo perdurable.
María Eugenia, un día el Maestro Paco Prieto me dijo que no había mejor manera de vivir que la poder expresar ya en dibujo ya en papel el mundo que nos abate, consume o exalta.
Latir las pasiones y embellecer la pestaña y parpados de los rostros.
Tocar y fugarse.
Permanente abrazo.
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