Hay días en que
uno se levanta con el pie contrario. Con un sabor de legumbre y una
parsimonia de membrana abatida. Esos días, porque todos hemos tenido días como
esos, nunca pensamos vestirnos de azul celeste. Con trabajos podemos tener la
cabeza en su sitio. Y no digo que dentro de ella tengamos ideas revoltosas o de
peso. Simplemente no sabemos por qué nos sentimos extraños con nosotros mismos.
Queremos rehabilitarnos con el café con
leche y un pan de mixtura untado con mermelada de higo. Ni así podemos
explicarnos. No hay razones. No podemos irnos y luego regresar a vivir. Con el
mismo miedo que tenemos a enfrentarnos al no, en este caso tenemos que decir
sí, al menos por veinticuatro horas. Un poco más de tiempo en este estado y
tendremos que pensar en buscar ayuda. Algún pariente lejano o en el Twitter o
en alguna red social decente. Está claro, que para indecencias somos
autosuficientes. No olvidemos que siempre corremos el riego de la
incomprensión, del desencanto y en vez de sentir alivio nos podemos deprimir
hasta llegar al llanto o simplemente a un lloriqueo vergonzoso. No hay que
perder la compostura, el hábito, siempre higiénico de la templanza aunque
tengamos destemplado el ánimo. Qué podemos hacer si así son esos días y aunque
llevemos a los niños a la escuela, tengamos afilados los lápices y nos refugiemos en la música de nuestros
años infantiles o en el declamador sin
maestro, tendremos la misma sensación de calle vacía. Es inútil, les digo, porque
esos días han hecho escuela en mi vida, es inútil insisto, saber el origen de
este trastrocamiento. Tampoco hay que asustarse, no es una fatalidad. Es un
tropezón del día a día, aunque hay que admitir que muchos no se levantan,
quedan hipnotizados por varias horas hasta que admiten su incapacidad para
afrontar los cambios y adaptarse a los inconvenientes. Tampoco es cuestión de
tiempo, porque todos sabemos que el paso del tiempo no nos cambia y sólo nos
quita la máscara.
Para no abrumarles y manchar la buena estrella que todos
creemos tener en nuestro cielo les digo que es deseable poner las cosas en su
sitio. Y en esos días, cualquier sitio es bueno.
Sergio Astorga
Tinta/papel 20 x 30 cm
6 comentarios:
Hoy me he levantado con uno de esos días tontos. Y he desayunado dos tostadas de pan integral con mermelada de higos...
Un gusto siempre acercarse a tus textos y tus pinturas, Sergio.
Un abrazo.
Sergio, en esos días que no sabemos por qué nos sentimos extraños con nosotros mismos, porque una cortina de agua impide que veamos las cosas claras, lo que acaso debamos de recurrir es a aquello de que "Numca llueve eternamente" o a aquello de que "Después del temporal llega la calma".
Un abrazo alentador.
Sara, Ay cuantos días giran sin un eje, pero el buen pan untado una mermelada parece que se endulza el panorama.
Un gusto saludarte en estos Antojos que los siento tan dentro que se me olvidó que en el mes de abril cumplió un año mas.
Soy un desastre.
Abrazos desde la higuera.
Alicia, los aguaceros, la neblina, los tremores de tierra.
Lo saben los marineros si el barco resiste hay esperanza. Bajemos las velas para que no se rasguen y esperemos con calma a que escampe.
Abrazos claros.
Vaya, casi no presto atención hoy a la ilustración. Me he sentido tan identificada, que te confieso que ¨en esos días¨ tengo hasta la superstición de poner el pie derecho primero sobre el piso al levantarme. Una tontería, pero es verdad. Hay días que me levanto con felicidad y otros con un humor horrible, mucha culpa de ello la tienen nuestros sueños nocturnos. Pero cuando la ansiedad y el stress corroen, no hay descanso posible, y comenzamos el día ¨de esos¨ por suerte, a veces hay milagros en medio de nuestro recorrido diario. Hoy estoy tan agotada pero no puedo dejar de decirte, no veo la hora que termine el día, y no fue malo, after all, todo bien. Cariños
Sigo. Hoy justamente he cambiado mi desayuno que lleva, hmmmm, diría unos treinta años con mínimas variantes. No podías ser más intuitivo! O certero!!!!!
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