lunes, 30 de diciembre de 2013

Feliz Año 2014


Una sensación casi física. El peso de los días nos dejan la fatiga cóncava de la espera. El ciclo se repite y las edades futuras nos dejan girando y de una esquina remota, el insomnio dejará esa rosa pagana que tanto buscamos. Entremos al nuevo año sin retórica para no perder esa luna, y esa metáfora agónica de lo humano.

Feliz Año. 

Abrazos ulteriores 

viernes, 27 de diciembre de 2013

Redondo


Todos saben que el corazón de papel tiene la noticia de la fuga.
Allá, en Redondo,  el doblez sabe a destreza  y todo lo que late tiene la filigrana de las manos que no ocultan su pericia.  Entre lo humano, las fiestas populares tienen el cráneo lleno de pitayas y se huele en el aire, trozos de entereza anónima.
Mi padre duerme, ese sueño amargo de los corazones apagados. No hay noticias de las horas perdidas y todo es quiebro de papel.
Con la luz blanca filtrada por el techo de colores, el corazón fidedigno, vestido de negro, honra al animal amoroso que llevamos dentro. El largo tiempo estático se consume al caminar por las calles de Redondo, que en su ferial de papel todo parece que es fugitivo y frágil. El aliento cambia y se lavan los suspiros al mirar las contraseñas de la planicie alentejana. Con la mirada anudada entre tanta papelería, uno quiere ser el muchachito que vocea la primera noticia del día. 

Fotografía: Redondo es una villa portuguesa, en el Distrito de Évora, región Alentejo y subregión del Alentejo Central, con cerca de 5 800 habitantes.

viernes, 20 de diciembre de 2013

Por navidades.

Muy estimada clientela, como en todos estos años que estamos al frente del mostrador bloguero y facelibreco, el Abarrote del Antojo les desea que pasen la natividad como se les antoje, que no existe mejor fiesta que la de estar a gusto con las personas que uno quiere. Sean pocas o sean muchas, la elección en libertad siempre será la mejor flor de noche buena. No se me aflijan, ni se me aflojen, que desde aquí les estaremos ofreciendo las mejores viandas anímicas, sin fecha de caducidad.

Gracias por su preferencia y reciban un abrazo fino que los emocione.

Sergio Astorga

Bocacalle


Ciertas horas del día no tienen peso. Impalpable, la presencia de un farol atestigua los recovecos que se forman cuando la mirada se da cuenta que el espacio abierto existe distante. La realidad es suspendida por finos equívocos de imágenes. No es la memoria la que habita. Son los ojos ignorados de las cosas que de repente aparecen. Es la transparencia entre el ahora y el después. Ingresas al labio del umbral y cada camino que te llega se embriaga de dudas y de espanto. Como una telaraña de claridades las manos están frías y las palabras se calcinan. Inmóviles, ya no pensamos en el camino. Llegar o salir pierde destino. Plantados como cepa, sensibles a este tiempo que se abre en dos, se derrocha la mirada.
Hay ciertas horas del día que una ciudad entreteje su lujo y un cordón umbilical se va conjeturando.
Hay ciertos días que los minutos no pasan.    

Fotografía Miragaia, cualquier rua. Porto, Portugal

miércoles, 18 de diciembre de 2013

En la línea 445


Siguió el hilo de la historia. Era una larga enumeración de hechos nada heroicos. Pensaba que algo tendrían esas historias ya que tanta gente sentía una agitación casi pueril.  En la primera lectura nada descubrió de interés; estuvo a punto de quedar dormido. Cuando parecía que el sueño era inevitable, de repente tuvo el impulso de volver a leer las historias. Apreciaron caracteres Baskerville en los capitulares, en la primera lectura estaba seguro que no existían. La historia se refería a la fundación de una lejana ciudad contemporánea de Tebas. Los habitantes de esa ciudad narraban la manera como aprendían, a través de los consejos de un grupo de individuos venidos de tierras extrañas más allá de lo fronteras conocidas. ”Donde se exhalan los veranos” decían. La segunda historia, apareció de súbito, los párrafos se alargaban o perecían y solo lograba distinguir algunos nombres de constelaciones y  muchas imágenes a tinta china de vehículos con alas grises. La tercera historia contaba la vida de un mercenario que al paso del tiempo se entregó a la filosofía neoplatónica y a vender talismanes recreados en su taller. Taller que fue incendiado por motivos de seguridad. La cuarta y última historia era traslúcida y cíclica. Con dificultad pudo dilucidar la historia. Hablaba de un porvenir de espadas y de dones. Lo curioso era que al llegar a la línea 445 la historia cambiaba de tema. A veces eran historias de guerreros que se exterminaban unos a otros precisamente en la línea 445: otras veces el tema que aparecía trataba de futuras conquistas espaciales o de amores entre los más diversos géneros y realidades.   
Después de un mes de intensa lectura las historias desaparecen y otro fortuito lector seguirá el hilo de la historia. Al llegar a la línea indicada un inevitable agujero se abre enfrente de los ojos. A este hecho de la línea 445 se le ha denominado después de un severo consenso por parte de los lectores como: fenómeno Bradbury.

Texto publicado en la Revista Digital miNatura 131 (Castellano e inglés) 22.11.13


lunes, 16 de diciembre de 2013

Entrecortado


El nombre llego comedido con sus cuatro vocales partidas. Lo pronunciamos como la lluvia que cae y bautiza los cristales por fuera. Varias veces se empañó su recuerdo pero lo rescatamos todos los años el día de San Justino. No hay manera de perderlo.

La historia es trunca, Doña Pina, con su permanente moretón en el ojo izquierdo, contaba su historia a retazos como queriendo evitar lo que todos supimos.

“Me dijo que volvía el martes y ya desfilaron cuatro años” Doña Pina nos contaba muy tranquila, sin sobresalto, con la sonrisa doméstica de la que ha perdido a su marido. “Miren, hasta dejó la guitarra. Ya extraño esos gorgoritos de canario. Lo malo era cuando bebía, se le perdía la horma como a esos zapatos, esos, que están allí debajo de la cama”.

Llevamos cuatro años visitando puntualmente la casa de Doña Pina, el día de San Justino. Llegábamos de metro. Nos bajábamos en la estación Isabela Católica, y mientras caminábamos hacia la calle de Bolívar, dábamos nuestra versión de los hechos. Cada año llegamos a una conclusión distinta. Que si lo acuchilló; que si Justino se fue con la vecina; que si lo secuestraron. Debía de tener sus buenos ahorros, sino cómo se explica que Doña Pina no pasara angustias. Este año acordamos, al llegar a la puerta de su casa frente a la Iglesia de Regina en la calle del mismo nombre, preguntarle a boca jarro, sin darle oportunidad de chistar, si ella había matado a Justino.

Al abrir la puerta, Doña Pina nos saludó con su anual pachorra. Nos invitó a sentarnos a la mesa y después de las alusiones habituales a la memoria de Justino le hicimos la pregunta que tanto ansiábamos decir. Doña Pina, con aire muy digno, tuvimos que admitir, no se sintió aludida, nos dijo pausadamente que comprendía los rumores y las dudas que andaban por ahí, pero, que ya el dolor de la ausencia le era suficiente para todavía acreditar en habladurías. Sin esperar replica, fue a la cocina y regresó con un plato de guisado de carne con verdolagas, el mismo guisado desde hace cuatro años.


Al salir de la casa decidimos, por el bien de nuestras cabezas, que el año próximo, cada quien llevara su propia comida. 

Sergio Astorga Acuarela/papel 20 x 30 cm.

viernes, 13 de diciembre de 2013

El ambientador

Se fueron amontonando uno sobre el otro. Ese barroquismo de apropiarse del espacio fue su característica más sobresaliente. De ideas frágiles y cabello cárdeno fue a lo largo de los años un coleccionista de ambientes. Su fragilidad se agudizaba cuando tenía que confrontar los espacios abiertos. Como el cristal, se quebraba en múltiples miedos. Por eso tenía un macizo apego a su solitaria clausura cotidiana.

No era tarea fácil coleccionar ambientes. El primer ambiente que consiguió atrapar fueron los bordes carnosos de su primer sueño, la noche se deslizaba como un insecto obsceno que pisaba con sus múltiples patas sobre sus brazos lampiños. Su tacto creció desde entonces como un zumbido imperceptible para todos los que admirábamos y repelíamos tal excentricidad. Llegó a tal virtuosismo, que se adelantaba a cualquier predicción. Al sentir el más leve movimiento de las hojas, sabía que la lluvia lamería la dureza de las calles.

El ambiente que fue más reconocido, por cierto no el más apreciado por él, fue hacernos sentir en un clima de perplejidad constante. Descubriéndonos sensaciones que jamás habíamos tomado en cuenta. Nos dejaba una cicatriz como la que queda en el amado o en el amante. Nos envolvía en su respiración, nos mostraba las caricias de lo blando y la rugosidad de las apariencias. Recuerdo una vez que nos hizo palpar un jitomate y enternecerse cuando se fue desvistiendo el rojo sabor, y nos hizo sentir ese sudor húmedo cuando se introduce el cuchillo y se parte en dos como un corazón sacrificado. En sus ojos había una alegría de encontrar ese caliente frescor. Nos contagiaba. Y cuando la rama crujía en la ventana entreabierta y él, luminoso, ahuecaba el brazo y nos mostraba como el aire entra en nuestros pulmones para que nos creciera un aliento antiguo, como el que tuvo por primera vez el primitivo resuello.

Nos convencía, nos provocaba a entrar a esa gruta inmóvil, a ese aire repleto de imágenes. La exploración del mundo, a descubrir las rutas. El esbozo de la entrada.

Hoy lo buscamos en nuestra imaginación. Nos atiborramos de barroco  y titubeamos de los espacios abiertos para buscar esos pasos perdidos. Los angostos pasillos los recorremos inútilmente.

Decidió callar, se lanzó de golpe al silencio, casi a ciegas. Se llevó sus altares, sus juegos ocultos. Sus palabras sin embargo, han quedado victoriosas. 

Algunos sollozos narran lo importante que fue ver amontonar ambientes, como la cresta del gallo, que crece al despuntar el alba.  

Sergio Astorga. Acrílico sobre tela 60 x 80 cm 

miércoles, 11 de diciembre de 2013

Carta de amor de Henrique a su amada Graciela


Me bebo tu amor en jarro y tus ademanes de culebra se confunden en tu cuello de gansa. El tiempo que se moja en tu falda, lo exprimo hasta que llena la escudilla. La mugre antigua sale en pequeñas tiras dando muecas de limpieza. Eres soberbia y desde que te conozco, cuando corría la ceja del año de 1987, mi libertino aliento se quedó atrapado en tu arpillera.

Quería hablarte en verso pero en mi arbitrio gana la prosa y cada momento de mi pulso se me adueñan otros soles. Eres desdeñosa y altiva y mi sangre queda taciturna, desquiciada como el que muere en el muro, al son de la metralla. De tu dudoso traje sastre logré descubrir este incurable apego a tus pechos. No te rías que es descaro. En el frenesí, uno elige. Tiene que elegir antes de que este afán se retorne a hueso. ¿No escuchas el tití de las esferas?  Tenías que ser mestiza de vientre y sólo te gusta el grano de maíz desgranado que cae en su pran pran sobre el suelo.

Me atengo a los viernes para sentirme hombre, cuando tu eléctrico mirar llene este tarro incurable del hastío. Tus ancas esdrújulas me hechizan y me hacen sentir lo que debe ser la eternidad cuando se piensa. Pendenciero, me cuelgo a lo largo de tu grácil nombre de gacela. Se me frunce el deseo cuando te siento indiferente con esa pose egipcia, andaluza o purépecha. Por eso, en el prepucio de la tarde entro de golpe a la desolación. No me importa quedar sentado frente a tu puerta para ver el chorro de tu desnudez salada. En este abismo de orgasmo y con el vaticinio escrito en la frente, te confieso que es la última carta que te escribo. Pasaré a la acción, y el tacto lascivo será histérico y transitaré al verso para ver si así, alcanzo la cantera de tu carne y cubrir con mi cobija los envites de tus noches.


Sergio Astorga Acuarela/papel 40 x 50 cm.

lunes, 9 de diciembre de 2013

Revista Monolito



Este abarrote se complace en comunicarles la salida de la Revista Monolito en cuya portada e interiores me honran participar.
Aquí entre nos, la revista cada día tiene más lectores porque número a número se supera. Por eso ya se dice por los corredores del ciberespacio que en la Edad de los Metales bien vale un Monolito.

Los invito a leerla y comentarla.

jueves, 5 de diciembre de 2013

La coherencia del mañana


Repentinamente las dio. No tuvo mérito. Una parte de su tragedia se basaba en su capacidad de adelantarse a todos. Aparecía en cualquier reunión y arrebataba las miradas. Por razones obvias, despertó enmarañados resentimientos.
Se fue asfixiando poco a poco ese aire de triunfo y el mantel de las frases incendiarias se fueron apagando entre copas de vino. No hubo venganzas entramadas. Ni frívolas disculpas. Esa mañana, como una red de prefijos que se van a amontonando, tuvo que darlas.

Nunca más volverán sus pies a pisar con firmeza.


Mixta sobre papel 20 x 30 cm.

martes, 3 de diciembre de 2013

Atracado en un patio



Dicen que vivió cinco años sin tocar tierra y que sus naufragios se perdieron en su propio laberinto. Ya son borrosas sus memorias. El calor es pegajoso. La piedra estática tiene la misma historia; la vemos ahí, como rejón de signos que apaciguaban las influencias celestes. Mi amigo fue bautizado con la sal atlántica. Las escamas de todos los peces que sucumbieron al arpón,inundaron su rostro de plegarias. 
“Hay cosas que no cambian” dice. Él se golpea los nudillos. Como una columna portuguesa que se solventa en cuerda náutica de piedra, se eleva inmóvil. La sombra de sus pasos se une con la brisa y apenas se distingue el norte del sur. “Antes de mí desgracia, en otro puerto, en el muelle, supe que terminaría murmurando mis desdichas en tierra” Como saliendo de una escotilla, mi amigo, lanzaba una sirga para ligarse al mundo real. Se amotinaban sus ansias, entregadas a los vendavales de su espejismo. Su mirada furibunda como marejada, reventaba en su pupila.

-¡Capitán! ¡Hombre al agua! ¡Tiren los botes! ¡Remen con fuerza que lo perdemos!

Como si abrazara a la tormenta, encadenado al recuerdo, mi amigo conmovido y tiritando, gritaba incansable.

¡Lo perdemos! ¡Acuchíllenme! ¡Lo perdemos! ¡Arránquenme la piel y clávenla en la quilla! ¡Capitán! ¡Se lo ha tragado la ola!

Sudoroso y ardiente, con las venas henchidas como velas, ese instante marítimo se reproduce cada día. Los piratas invaden las playas de mi amigo y los tiburones devoran su frenesí.
De súbito. El horizonte regresa lejano, como una lagrima del rio Tajo al patio central del Palacio Nacional de Sintra.


Sergio Astorga Fotografía: patio central del Palacio Nacional de Sintra, Portugal.