- ¡No hay enanos, mamá! ¡Ni sapos! ¡Ni zombis! ¡Ni seres interplanetarios! ¿Con eso quieres asustarme? Tú vives en otro mundo. Ni siquiera tuviste Atari.
La mamá, quitada de la pena, permanecía sentada en la silla del comedor con ese característico hilillo de sangre escurriendo por su nariz.
Sergio Astorga tinta/papel
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