Se dio cuenta desde un principio que se encontraba en una de esas encrucijadas dignas de escribirse. Sacó su cuaderno y apuntó: “un hombre sabio reconoce cuando las circunstancias le son adversas; meditar en ellas es la primera etapa de un largo camino”.
Discípulo de Marcus de Halicarnaso, se pasó 20 años tomando notas de todo lo que a su parecer implicaba el limite entre el hacer y el deshacer.
Primero quiso reunir todas sus notaciones en un volumen que tratara de la Retórica de las acciones por hacer, sin embargo, problemas de léxico lo hicieron mudar de opinión, ya que la combinación del lenguaje corriente con su inclinación poética resultaba un libro inconsistente con el rigor al que aspiraba.
Resolvió modificar su prosa y teñirla de clasicismo, pero cual no sería su desencanto al notar que las metáforas usadas requerían de un apartado de hermenéutica más extenso que el cuerpo mismo del volumen original.
Su enamorada, con esa sagacidad propia de la que esta acostumbrada a querer hacer en circunstancias siempre adversas, le sugirió escribir pequeños párrafos, como si contara historias de caminantes.
Seducido por semejante clarividencia, los últimos cinco años de su vida los dedicó embelesado a besar el cuello de su amada. Del volumen de “Retórica de las cosas por hacer” sólo quedaron unas cuantas páginas. Tenemos noticia que dejó un pequeño manuscrito llamado “El libro rojo del buen amor” del que se ha rescatado una especie de sentencia: “La sensualidad es la encrucijada mas complicada a resolver. Los caminos nunca llegan a juntarse”
Mixta/papel 20 x 30 cm.
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