lunes, 4 de mayo de 2015

El culto grano


El Doctor grano, daba una conferencia sobre la existencia y sus morfología, muy quitado de la pena. La pena le venía desde joven al verse invadido por granos fluorescentes. Puntitos de luz neón se encendían pródigos por todo el rostro. Causa aparente: sus nervios. Cada vez que tenía ocasión de hablar frente a más de cuatro sabía que, su voz pausada y sonora, no reflejaba la ebullición facial.
Al paso de los años y siendo ya profesor emérito de diferente Facultades, constató que su mal no era físico. Era ontológico.
“Si soy lo que soy a pesar de lo que quisiera ser, no tengo más remedio que aceptar lo que es, sin más argumentación falaz”. Esta fue su sentencia, doctrina y amparo hasta que un día sentado en la sala de estar del dentista, al hojear una revista médica leyó:

Si usted, caballero o damita, sufre de granos, con una simple intervención usted quedará con rostro de bebe. 

“No aspiro a tanto, con que sea de hombre jovial y maduro me conformo”, se dijo el gran profesor. De inmediato apunto en su agenda el número y dirección de la clínica. 
Dos meses se debatió entre el ser y el poder ser. Cuando salió de la clínica comenzó a elaborar nuevas premisas que se colapsaron al volver a sus actividades académicas. En la primer conferencia su rostro se iluminaba como marquesina en día de estreno.

Muy seguro en su recapitulación se dijo: “Cuando el problema es existencial, no se padece cuando se asume que lo que es no puede ser de otra forma”.

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