No todo el mar es de agua. Con la prisa del camino y de hallar puerto, una red de mosaico negro y blanco se expande como marea en un gesto sólido. Peces urbanos, huraños porque no saben contar historias de fabulosas olas, tienen que conformarse con un sin fin de dura arena. Deambulan, sin espuma que les refresque la vista. Han puesto un barco rabelo que cuando se pisa, esa falsa filigrana ribereña, ata sus tobillos. Buscan algún muelle y una calzada blanca y negra se alarga hasta terminar la calle. Atracar en una esquina y buscar destino en agua verdadera, los enfrenta a la tormenta diaria del navegante citadino. Con la zozobra, desandan y se embarcan de nuevo, con el pecho apretado, para buscar la gloria de jalar los cordeles y confundir el tedio extenso de otros viajes.
Fotografía: Calzada portuguesa, Porto, Portugal.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario