En respuesta al aviso marinado, quince sugerencias llegaron, la Sirena, consumida por los relámpagos de la ansiedad, siguió por azar una de las coordenadas, la que comenzaba con el número siete -al fin supersticiosa-. Nadó con ese hueco en en la boca del estomago y al llegar se quedó sin canto al ver la maravilla profunda, azul intenso, agua fría irreprochable. Se alejaron sus temores, se disolvieron esos callos que le nacieron en su aleta a causa de la incertidumbre. Sólo espera ese ojo carnal que la alimenta y entretanto, se deja dormir, se suelta al sueño y quiere bautizarse de nuevo con un nombre que vibre hasta la superficie. Clámide, Licurga, Procástina, Merodea, Fugata. Todos esos nombres le rondan como rémoras. Perdida, sin guía, ha entrado en crisis, chapotea indecisa con un humor de amarga alga.
Se solicita una vez más su invaluable colaboración para enviar, siempre por este medio, el nombre que más se aviene a su figura. Ustedes la vieron en su corta pero fructífera estadía en el ácido nítrico. No tarden, ella enloquece sin nombre en lo profundo.
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