De sus cuerpos nacen los prismas
y de su sangre se contagia la casa.
Se renueva.
Fulgura en la habitación
el rojo de sus aromas
fermentada de lecho.
Se dinamita como es obvio el día,
el gemido, el hambre.
Me resisto a seguir jugando
con este coloquio de imágenes.
Inanimados los dioses
nacen de su volumen transparente.
Yo como animal rígido y torpe
me cobijo en el prisma.
Sin titubeos.
Para ser de nuevo
aficionado práctico del mundo.
Santa semana para los ojos.
El misterio del desnudo luminoso nutre.
Como no habitarlo.
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