Espacio comestible. El espacio que tenemos en la punta de la lengua cuando entramos en una casa es la cocina. No hay espacio más habitado por los sentidos que la cocina. El pulso de una casa, la cotidianidad, la brasa, se encuentra en ese cuerpo. El fuego y la indiferencia se encuentran en la barra o en el antecomedor del día tras día. La cocina, en la mente arquitectónica, tiene el reto de buscar un estomago espacio, que todo lo ingiere y reproduce. Sus geometrías tienen que ser comestibles, sustanciosas. De líneas nutritivas, porque en ese espacio los monólogos pierden sentido al ser acompañados. La cocina tiene un apetito de alcoba. Llegan en oleada los sentidos y hay que saciarlos. En la cocina nada se apaga porque hay urgencias y ese humilde lugar tiene el reto perito de poner cada sentido en un lugar de privilegio. Cernir el espacio: oficio que no se agota con las nuevas miradas.
Sergio Astorga para Que Responda el Viento.
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