Una verbena de números primos lo vio nacer en una ecuación de cáscara de limón y de agua de Seltz. Siempre se moja los labios y despeja incógnitas de segundo grado. En los pupitres de los colegios les roba el almuerzo a los niños y se roba las canicas. Sin embargo, ese laberinto numérico le envenena la paciencia y quiere aprender a leer palabras que le digan de que se trata este teatro en el que vive.
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