Atosigado por las letras buscó refugio sin conseguirlo, en los diccionarios. Deambula solitario por Congresos y Academias.
Le creció como pelo hojas de papel bond de ocho puntos, su nariz quedó encuadernada en pasta dura; de sus hombros se veíen confundidos con los omóplatos la colección de los libros de bolsillo de Editoria Bruguera. No tiene en todo su cuerpo pasta blanda, sólo ediciones de lujo con inscripciones doradas.
Fatigado, decidió convivir con todas ellas (las letras). Las domesticó a tal grado, que hoy ejerce la palabra dicha y escrita con la pulcritud inestimable del dicharachero.
Queda dicho que si lo escuchas, “encuadérnate” con él, que bien lo necesita.
No te confundas.
No le arranques las hojas.
Duele.
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