En la piedra marina la pisada del agua latitud norte. La foca y la morsa zampaban sus miradas de sal como náufragos. El frío masculino se extendía al fondo del mar y los peces asustados dieron la vuelta a sus escamas y brillaron al sol con saña. Las medusas se zambullían al roce.
La foca hundía su mordedura por el cuerpo de la morsa entre algas marrones. La costa era lejana y el faro inútil al medio día, esperaba las sombras para recuperar el tacto. Las perpetuas olas sonaban a trenes submarinos y la espuma encadenaba la blancura en la orilla.
El océano y el viento silbaban el marino amor sacudiendo entre las mentes: el cristal veleidoso de los géneros.
La foca hundía su mordedura por el cuerpo de la morsa entre algas marrones. La costa era lejana y el faro inútil al medio día, esperaba las sombras para recuperar el tacto. Las perpetuas olas sonaban a trenes submarinos y la espuma encadenaba la blancura en la orilla.
El océano y el viento silbaban el marino amor sacudiendo entre las mentes: el cristal veleidoso de los géneros.
Ya sin timón, cuando el marino amor prospera, en la arena se dibuja un mapa, por ventura, que marca para otros marinos la manera de encallar el desencanto.
Sergio Astorga
Sergio Astorga
Acuarela/papel 14 x 19 cm.