Nada me tienen que reprochar. He guardado mi soltería toda la curva de años. Los celos, que nunca oculte, no fueron mi perdición como todo mundo supone, al contrario, fueron ellos los que me salvaron.
Yo necesito que mi ropa huela a jabón Jardines de California y mis calcetines tienen que estar ordenados según el material con el que están hechos. No importa el color o el posible dibujo o estampado, eso no me molesta. Díganme si no es entendible estos dos únicos empeños. El celo, es ese ardor que tenemos por nuestras cosas. Yo me curvo por ellas.
No es sólo el bastón lo que me tiene amolado. Es el recuerdo. Sus labios recién pintados con ese rojo intenso me sigue perturbando. Y esas axilas con su bello recién cortado, tan fino, tan excitante. No lo voy a negar ahora, he sido prisionero de ese recuerdo. He sabido que enviudaste y te has ayuntado con Justino.
Yo sigo leal, impoluto en mis cosas. Cierro los ojos y me pregunto ¿cómo vas a vivir con alguien que no comprende que un calcetín es primordial?