jueves, 30 de enero de 2014

A golpe de calcetín


Nada me tienen que reprochar. He guardado mi soltería toda la curva de años. Los celos, que nunca oculte, no fueron mi perdición como todo mundo supone, al contrario, fueron ellos los que me salvaron.
Yo necesito que mi ropa huela a jabón Jardines de California y mis calcetines tienen que estar ordenados según el material con el que están hechos. No importa el color o el posible dibujo o estampado, eso no me molesta. Díganme si no es entendible estos dos únicos empeños. El celo, es ese ardor que tenemos por nuestras cosas. Yo me curvo por ellas. 

No es sólo el bastón lo que me tiene amolado. Es el recuerdo. Sus labios recién pintados con ese rojo intenso me sigue perturbando. Y esas axilas con su bello recién cortado, tan fino, tan excitante. No lo voy a negar ahora, he sido prisionero de ese recuerdo. He sabido que enviudaste y te has ayuntado con Justino. 

Yo sigo leal, impoluto en mis cosas. Cierro los ojos y me pregunto ¿cómo vas a vivir con alguien que no comprende que un calcetín es primordial?

Sergio Astorga tinta/papel

martes, 28 de enero de 2014

Despegue fallido


Intentamos llegar al lago Groom, en el estado de Nevada. Mi abuelo había trabajado en la minas de plomo y plata ubicadas al el sur de la Cordillera Goom. Así que conocía los vericuetos de caminos para llegar al lago. Caminamos durante cuatro horas. Sólo descansamos unos minutos para beber agua y comer una carne seca que compramos el día anterior en una tienda mexicana llamada “El Paisano” en Santa Fe New Mexico. Al bajar por un acantilado, difícil pero caminable, logramos ver la blancura proyectada del salar. Al sur, dos rectas paralelas ratificaban las pistas de aterrizaje. De repente sentí que me jalaban de la camisa a la altura del hombro izquierdo. Mi amigo, que hasta ese momento se dejaba guiar como un corderillo temeroso, me señaló a un guardia, que pertrechado en la cima de una colina, vigilaba con dominio de visión todo el panorama. -Si nos atrapan soy ente muerto, me dijo. Ante la agitación no medité sus palabras, Comenzamos a sudar copiosamente, yo lo veía de reojo y mi amigo mostraba ya los síntomas de la desesperación. Todo indicaba que no lograría acercarse a las pistas de aterrizaje. Ya había intentado en Roswell hacer contacto con un amigo de otro amigo de mi abuelo; parece ser que el contacto se esfumó sin dejar rastro. De repente mi amigo comenzó a disparar con su cámara fotográfica ráfagas de tomas de las pistas de aterrizaje. Siempre creí que era un reportero gráfico; trabajaba en una revista de divulgación científica, pero ahora ya no sé que creer. Sin decir palabra, me lanzó un gesto de resignación y comenzó a descender a toda prosa hacia las pistas. Comprendí que era inútil seguirlo. El llamado de un destino inexplicable para mí, lo había desbordado.
Tenía razón mi abuelo, cuando decía que: hay entes que buscan despegar al saberse atrapados en un mundo que no es el suyo.

Texto publicado en la revista en la revista:

Revista Digital miNatura 132 (Castellano e inglés)

27.01.14

Sergio Astorga
tinta/papel

lunes, 27 de enero de 2014

La Moraleja del Cuento



Este Abarrote se complace una vez mas en abrir la cortina con una novedad de alta calidad. No los torturaré con necedades abarroteras y sólo los convido a leer estos espléndidos  textos de José Manuel Ortiz, que ha tenido la amabilidad de invitarme a colaborar con algunos dibujo y un brevísimo prólogo.  
Recuerden que la mejor moraleja comienza con la lectura.

LA MORALEJA DEL CUENTO (pique)

jueves, 23 de enero de 2014

Espinos



La calle donde vivo, no piensen ustedes que estoy a exagerar, pica. Algunas cosas, me lo ha dicho mi padre que nunca llego a ser apologista de nada, toman la apariencia de su nombre. Yo vivo en Espinos 18 interior tres. La ventana principal mira a la calle, así que no tengo una visón distorsionada de lo que veo, vamos, soy testigo fidedigno de lo que cuento. 
Al principio era una calle tranquila, no hermosa, pero caminable. Poco a poco empecé a notar que la suela de mis zapatos quedaba con pequeños orificios, como cuando pisamos vidrios partidos. Hoy es insoportable andar por la calle; se clavan una especie de púas, como si fueran de rosal. Con decirles que no se consigue caminar pegado a la pared porque también están repletas de picos.
Ya no salgo de casa. Por fortuna, bendita sea la tecnología, a través del correo electrónico, todos lo moradores de la calle de Espinos hemos enviado una petición al Ministerio de las Nomenclaturas, para que en la brevedad modifique el nombre de nuestra calle por el motivo, entendible, supongo, de que los pinchazos ya son insufribles.  

Sergio Astorga Tinta/papel

martes, 21 de enero de 2014

Estancamiento


Ella, dormida sobre el agua y el ruiseñor cantando del otro lado de la muralla. El haz  solar quedó prisionero cuando en el reflejo, las claridades se estamparon en la retina. Abandonada, cubierta de cicatrices de agua 
azul cian, se gastan los caminos. 
Los sapos que la rondan, no consiguen despertarla. Ningún beso ha dejado la saliva cierta. 
El ruiseñor sigue ufano dando trinos. La disciplina de la imagen no se inmuta y todos, expectantes, esperamos a que algún día se despierte y nos mire nuestra cola anfibia de aristócratas. 

Sergio Astorga Fotografía: à Casa de Mateus,
a Mulher adormecida de João Cutileiro 

viernes, 17 de enero de 2014

A dos tiempos


-  ¡No hay enanos, mamá! ¡Ni sapos! ¡Ni zombis! ¡Ni seres interplanetarios! ¿Con eso quieres asustarme? Tú vives en otro mundo. Ni siquiera tuviste Atari.


La mamá, quitada de la pena, permanecía sentada en la silla del comedor con ese característico hilillo de sangre escurriendo por su nariz.

Sergio Astorga tinta/papel 

miércoles, 15 de enero de 2014

martes, 14 de enero de 2014

El otro yo


Cuando caminaba por la avenida sintió que una fuerza extravagante lo hacía caer en círculos A los pocos segundos comenzó a sentir que su masa se expandía. De inmediato pensado en el colapso. ¿Cómo regresar a mi estado original? ¿Mi conciencia se vio alcanzada? ¿Será el mismo cuando vuelva? No dejaba de dialogar a la manera que había aprendido. Nadie podría ayudar, ni su iPad, ni su Smartphone conseguían establecer conexión. Seguía cayendo sin saber en que modelo atómico podría acomodar su nueva realidad. Notó que su naturaleza a veces era de onda ya veces corpórea. Prendado de esta sensación creyó que podría seguir cayendo eternamente y que en realidad el tiempo es tan elástico como su percepción.

Cuando volvió a su estado inicial, es decir, cuando caminaba por la avenida, por supuesto que los dinosaurios ya se habían extinguido y se habían convertido en un ser químicamente impuro al afirmar: el espacio se curva bajo el peso de las palabras.

Sergio Astorga tinta/papel 14 x 19 cm.

lunes, 13 de enero de 2014

El buen escriba



Nunca se atrevió a sentirse tan vivo hasta que publicó su epitafio.

Sergio Astorga mixta/papel

Máquina de coser palabras


De nueva cuenta llamo su atención caramelos y bonitas en este nuevo año que todavía no se desteta del anterior, para contarles que Juan Yanes, creador de la mítica Maquina de coser palabras, ha tenido la paciencia, generosidad y tolerancia para coser mis palabras a su Máquina. 
El halago ha sido tal, que todo el que venga al mostrador de los Antojos, aquí a la Invicta ciudad de Porto, brindaremos con un Port wine de 20 años, ya que la ocasión lo amerita.

Los convido a visitar la pagina de Máquina de coser palabras y leer la antología que Juan Yanes tuvo a bien publicar.

Puedo decir ahora con orgullo que soy Abarrotero y 
Maquinista.

viernes, 10 de enero de 2014

Tres aires



I

No hace falta adelgazar el aliento.
La carne se hurta al horiznte 
y los signos de tu vientre
son la piel de algunos trazos.
Todo calla.
II

Bebo tu nombre para encontrar tu piel.
Reconozco la sombra de tu asombro.
La lengua que escribe tu perfil.
El pincel me deja empapar el lecho.
Lecho de papel.
Algodón que funciona como puerto;
como tibio abrazo que se adhiere 
al destino de una linea.

III

Tus ojos se desnudaron en las esquinas.
Si hubo un principio fue gracias al azul.
Entre una orilla y otra 
queda una imagen ausente.
Formas que siguen la huella
que dejó el eco 
de las sabanas húmedas. 

Sergio Astorga Tríptico acuarela/papel 

miércoles, 8 de enero de 2014

Tiempo de lectura


Su carátula se distorsionaba, su redondez  se fugaba a lo Dalí. Las muchachas en flor se acomodaban en su tiempo perdido. Algunos muchachos conversaban en la catedral. Todo se veía como el llano en llamas. El sonido y la furia recordaban el rojo y negro de las guerras floridas. Todo daba a entender que los caminos se bifurcaban y todos los nombres tuvieron su región mas transparente.

De repente las manecillas se detuvieron a lo Bovary y un cementerio marino descansa bajo el volcán.

Sergio Astorga Acuarela/papel  20 x 30 cm.

lunes, 6 de enero de 2014

Siempre el mismo 6 de enero


A lo ancho de muchas noches, durante milenios, llegaron siempre puntuales. Inseguros, rajados por la sed y el polvo avanzaron milímetros por noche. Llegaban como ilusión, inalcanzable para todos aquellos que vivían encerrados en los templos. Ya sus imágenes, después de tanto tiempo retenidas en nuestra memoria de niños, no se reconocían de tan gastadas. Sin embargo, nunca desistimos de buscar entre sus ropas, esos brebajes frágiles y embriagantes, que nos hacían pensar que había otra realidad mas reconfortante. Nadie sabe donde comienza y ellos nunca hablaban dede ella. La realidad, esa que ellos traían como puño de luz y se enredaba en los telares de lo posible. Nosotros, mis amigos y yo, nunca maduramos lo suficiente para indagar la existencia de la ciudad, que ellos decían, era contemporánea de la vieja Ur de los caldeos. Cuando ellos llegaban, era fácil ver arder a los peces voladores que se convertían en estrellas luminosas. El azul andaba desnudo correteando el fresco de la noche y de los cabellos de las niñas podíamos ver el horizonte, ahí donde comienza el mundo. Todo giraba y nunca sabíamos con precisión cual era el centro.
Eran marido y mujer, al menos siempre lo pensamos así. Ellos se miraban con una complicidad amorosa. Ahora lo entendemos o tal vez así queremos que sea. 


Cuando crecimos llegó la tolvanera y se llevo todo. Por eso, cada 6 de enero nos reunimos en mi antigua casa y nos juntamos a oír los silencios y ver, si por acaso, podemos, al través de la ventana, resucitar esa otra realidad de la pareja.

Sergio Astorga Acuarela/papel 20 x 30 cm.