Fueron saliendo una a una por los canales. Dicen que vienen buscando su infancia perdida. Muy temprano corren a refugiarse en la choza. Don Julian, dueño de la chinampa las mira con ternura y como puede las va colgando en los árboles o al rededor de su casa. No les pone nombre y las deja tal como llegaron. No las baña, ni las peina, ni les pone ropa.
La población de muñecas aumenta cada día. Don Julian ya no sale de su territorio tan ocupado en atender a tanta crianza.
Sus vecinos ya no lo visitan y esconden a sus hijas pequeñas de lo que llaman la isla de la muñecas. Tienen miedo de que ellas gusten de la canciones de cuna que se filtran por las noches.
Fotografía: Isla de las Muñecas, Xochimilco, Ciudad de México
6 comentarios:
Escalofriante e inquietante relato, querido Sergio, aunque muy original.
Un abrazo y feliz fin de semana.
Querido Sergio: hace mucho tiempo que no dejo huella en tus Antojos, pero ahora no he resistido. Tu narrativa es exquisita, parece que lo que cuentas es ficción, sin embargo, encierra esa realidad que sólo se puede entender si algún día visitas la chinampa y te atrapa ese espíritu de incertidumbre de por qué y para qué esas muñecas.
Excelente tu trabajo, como siempre.
Un abrazo.
Da un poco de reparo, pero es la realidad.- Saludos
María José, gracias por venir a esta isla de palabras. Que tengas un buen inicio des semana.
Abrazos.
María Eugenia este abarrote se engalana con tu visita. Los ojos redondos de las muñecas dominan la chinampa.
El entendimiento por fortuna se queda aparcado en la orilla.
Abrazo xochimilcas.
J.R. Infante gracias por venir a los Antojos y espero no te cause reparos visitarnos con frecuencia. Gracias.
Abrazos
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