Somnoliento en la orilla de su egotismo, se lame, retoza y deslumbrado por su soberanía, el mundo es una pequeño espacio que se goza. Así, con la solidez del instinto nuestro gato se deshace en miles de imágenes y en ninguna de ellas podemos descifrar su misterio. Es un tigre tímido, él lo sabe y marca su territorio a cada instante. Todos sus rostros están grabados en sus rayas que cuando se estiran, al arquear su lomo, parecen una bóveda flexible, de un universo que fascina.
No hay horas huecas en los gatos. Todos sus día son sus días y no hay quimera que lo iguale.
Me olvidaba decir que nuestro gato está castrado, tal vez por eso todo mundo lo acaricia.
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