El Señor Minimalista nunca tuvo ese brusco despertar de la consciencia. Pocos rasgos lo escrutan y su abismo cotidiano ni lo asombraba ni lo perturbaba. Se acomodaba en cualquier rincón y dejaba pasar las tempestades de la realidad, esa que estaba afuera de su contorno. En su lecho, como un reptil en asecho, se exhibía. Nunca se vio persona mas deshabitada. Sus compañeros, monederos falsos, lo velaron a los 30 años de de su edad. Celosos de cumplir su último deseo, una simple estaca le sirve de epitafio.
DEMASIADO
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Nos lamentamos
de que era demasiado joven para morir,
pero olvidamos con frecuencia
que nunca eres demasiado
mayor para vivir.
Hace 13 horas.
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