Cordelia de los Santos nunca perdió el sentido recto de las cosas, aprendido durante generaciones, aún cuando perdió la cabeza varias veces. Una de ellas fue cuando su hijo mayor -tenía tres, una niña de cabellos castaños y otro niño de ojos grandes- le pidió permiso para ponerse una argolla en la boca. Fúrica, le negó tres veces el pedido. Paciente, el hijo mayor espero a ella volviese del trabajo para mostrarle su valentía. Su hermana de cabellos castaños lucía una redonda y brillante argolla en el labio superior. Cordelia de los Santos al mirarla dijo: ¡Pero que hermosa está mi niña! El hijo mayor al reclamarle el porqué ella sí y él no, Cordelia de los Santos con la sencillez de la rutina utilizada para estos casos, le contestó: ella es mujer y nosotras estamos acostumbradas a las perforaciones y tú estás alterando los terrenos.
El niño de los ojos negros sólo registraba la lección y guardaba en el bolsillos trasero de su pantalón el dibujo que se quería tatuar en el cuello.
2 comentarios:
Cordelia de los Santos, gran conocedora de usos y costumbres.
Saludos
Por lo visto pocas cosas cambian.
Un fuerte saludo. Gracias por venir al antojo.
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