¡Abracadabra! en el largo de Santo Domingo, el mago indiferente al aburrimiento, sacó de su bolsillo una cuerda blanca, los atónitos espectadores pensaron que por fin había decidido suicidarse, único truco esperado después de una semana de ver la misma rutina con un éxito discutible. La señora que comía plácidamente sus macarrones, con la mirada hecho un conjuro: que un rayo fulmine al mago y me deje mi macarrón comer; el señor de corbata roja pensó: que se le enrede el poco pelo que tiene y le crezca una verruga en la nariz; la señora de pendientes de oro pensó: que le crezca una cola de gato. Por fortuna los efectos de los conjuros se enredaron en la lengua y el efecto no duró ni a la llegada del postre.
¡Abracadabra! dijo el mago seguro de su actuación, murmurando entre dientes como si fueran pases mágicos: que todos los presentes se les atore el pepino y se les derrame el café y les duela el estómago cuando menos un cuarto hora.
Fotografía: Largo de Santo Domingo, Porto, Portugal.
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