Hay memoria de agua en el cuchicheo de las aguadoras. Suspensas en sus ánforas de bronce comenzaron a verter agua, ebrias de charlar todo el día. Su voluntad se une al coro de los labios sedientos de otros tiempos potables. Ya desfallecieron aquellos que llegaban con su extendido brazo con el vaso vacío.
Ahora, ignorada toda esa historia, las aguadoras por las tardes, a fuerza de costumbre, confidentes, esconden, sin esfuerzo, el mapa de la acequia donde las alma se juntan y refrescan.
Así es de sentimental, a veces, el obturador en una mano.
Fotografía: fuente Palacio de Cristal, Porto, Portugal.
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