La hallaron recostada en el insulto. Sin pan, sin español y muy sucia la falda de serpientes. Es horrendo. Cuando se bajó los pantalones, se tropezó su alma ya sin descendencia. Resuena la recta conciencia de la tribu, esa de la falsa entraña. No tiene reposo, por eso guarda sus miserias junto a su compañero que no la abandona aunque no encuentra ya el pan sobre la mesa.
Se llama Gertrudis. Un cuerpo que ha perdido el habla de tanto vivir al día.
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