Lo insólito no eran las horas invertidas en la lectura de manuscritos. Tampoco el obsceno y extraordinario apego a la familia Garamond. A tal punto que se pasaba horas transcribiendo el documento que no tuviese su adorado tipo. Lo insólito era que en esos manuscritos de variado soporte, en piel, en papiro o en papel le provoquen las mismas imágenes. Escenas de alcoba, tibias de lectores, pies desnudos como de hojas calcinadas. Olores que cortan de humedad.
Lo sé, porque él me cuenta lo que que imagina cuando lee. Yo creo que es un mal lector. ¿Cómo es posible, que siempre tenga las mismas imágenes? Dudo en responder esta pregunta pero, me parece que esto es cosa de palabras, de sombras de palabras que trae muy dentro y no quiere dejarse fluir en la lectura.
Lo único que puedo afirmar es mi preocupación: ¿qué pasará en el momento que entre en la fase de la relectura?
Por fortuna él ya lo había pensado y me dio la respuesta: “cuando eso pase cambiare a la Helvetica”.
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