La sábana cayó como una frase trunca. Salieron abrazados. Con el frío pegado a su desvelo. Habían soñado la noche. Querían asir sus cuerpos y jugar para decirse: “estamos muertos de sueño”.
Se diría que fluyeron y se guardaron los pensamientos eternos para otra ocasión. Se abrazaron para siempre, dicen, intercambiaron miradas y el desierto en las calles se cruzó con otros cuerpos. Se encuentran de nuevo en sus bocas y sus lenguas volvieron a jurar por la carne y el deseo.
La sábana cayó como frase trunca cuando se entregaron en el número 22 de Avenida Coyoacán. Puerta pintada de verde, para más señas.
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