Orgulloso de ser el remedo de “la O de Giotto” Orestes Orellana se ufanaba de ser el símbolo armónico de su genero que pasaba del óvalo al ojal. Presuntuoso, se quejaba de su entorno: “no saben ni la o por lo redondo” decía, alargando su brazo para en el aire realizar una especia de enrolamiento de su persona. Rodar por la ciudad era su pasatiempo preferido, gustaba cuando veía el rostro de la gente dibujar con los labios la O de su nombre.
Su amable trato no fue suficiente y su destino se fue curvando inexorablemente. Ahora cuando pasa por la avenida de los Aliados, la gente exclama: “Oh. Oh, que pena que su círculo vital disminuya”.
Los gramáticos que lo han visto pasar vaticinan que se convertirá en un cero muy cerca del finito vacío. Otros, con su cuaderno pautado aseveran que se mudará en una nota musical.
El % de opiniones se equilibra, en tanto, Orestes Orellana se ha puesto a estudiar geometría para ver si sale de la O por la tangente.